? Cómo se debe amar al Papa? ‘No de palabras ni con la lengua sino de verdad y con obras’. (Jn.3,18.) Cuando se ama a una persona se tiende a asimilar sus pensamientos, cumplir sus deseos, interpretar sus anhelos, como lo había dicho de sí mismo Nuestro Senor Jesucristo: ‘Quién me ama cumplirá mis palabras’ (Jn.14,23); de la misma manera, si queremos expresar nuestro amor al Papa, es necesario obedecerlo”. Pío 18-XI-1912.
Una de las características principales de todo católico romano es su amor al Santo Padre y todos sus pensamientos y sus obras han de estar orientadas de acuerdo a sus disposiciones y deseos. El Papa de Roma es Cristo visible entre los hombres, el esposo de la Iglesia universal. Él es infalible en las cuestiones de la fe y la moral cuando habla oficialmente ex cathedra. El tiene el triple poder: magisterial, moral y real. ‘El Papa es el vicario de Jesucristo, sucesor de Pedro, mediador entre Dios y los hombres, dependiente de Dios pero encima del hombre, inferior a Dios pero superior al hombre, juzga a todos y a él nadie lo juzga’ (San Inocencio. Sermo 2 in Consecr. Pontif).
En el agitado mar de los errores y las pasiones en que vive la humanidad ahora la Cátedra de Pedro es ‘el ancla de esperanza y el puerto de salvación’ (Benedicto XV) a la cual hemos de aferrarnos y en ella encontrar la protección para no naufragar.
Tener respeto hacia la Santa Sede es muy importante, particularmente para nosotros los croatas, por muchas razones; limitamos con el Oriente y estamos en contacto inmediato con gente (y sus ideas) que no respeta en lo más mínimo la Cátedra de Pedro. Además en el pueblo croata no solamente ha sido destruido el principio de toda autoridad sino que en las grandes masas surgió una especie de odio hacia los representantes de la autoridad civil y eclesiástica. Y esta peste afectó aún a los mismos círculos de buenos católicos; no es nada raro que de un modo inoportuno se critique a los maestros de la Iglesia. El abandono de la Iglesia por una parte de los sacerdotes es la mejor prueba de la crisis profunda del pueblo croata en ese sentido. El título del programa es: ‘Eterna Roma’, para fortalecer más en nuestros corazones la obligación de amar al Santo Padre y orientar nuestra actividad privada y pública según las directivas que él imparte a la Iglesia universal. Es decir que los católicos en primer lugar deben estar preparados para confesar privada y públicamente y demostrar con las obras su amor personal y la obediencia ilimitada a la Sede Apostólica por la cual deben ser capaces hasta de derramar su sangre.
Por eso presentaremos en estas páginas ‘nova et vetera’ (Mt.13,52) los nuevos y viejos documentos que la Santa Sede publicó que contienen el significado principal y práctico para la vida pública del católico. De esa manera cada número incluirá algunos puntos de la Acción Católica y para una mejor orientación a cada artículo le pondremos un título aparte.
(Por la Fe y la Patria) 1 (1925) 15)
Todos hemos leído el célebre discurso que el Santo Padre pronunció en el mes de septiembre a los peregrinos croatas, refiriéndose de un modo especial a los ‘Águilas’ que estaban presentes y luego también la alocución que pronuncio a la Juventud Católica Internacional masculina que fue a Roma en nombre de cinco mil companeros asociados. También hemos leído en el número anterior de nuestro periódico lo que dijo a las representantes de las organizaciones católicas femeninas.
Para poder comprender mejor el significado de los discursos deberíamos ubicarnos en las circunstancias en las cuales actúa este gran Papa, en el tiempo del Ano Jubilar. Es necesario imaginarnos a Roma, el trono del mundo; imaginarnos cómo hormiguea allí un número incalculable de peregrinos de todas las lenguas, pueblos y razas, que vinieron de todos los continentes para honrar al padre de toda la cristiandad. Y he aquí a todos los peregrinos, representantes de todas las culturas, entre los cuales se encuentran todos los niveles de la civilización, desde los más primitivos, recién librados del yugo del paganismo, hasta los que alcanzaron altos grados de civilización. Todos estos peregrinos tan diversos desean ver al Papa para expresarle sus dificultades. Hasta el día de hoy se exigen al Papa gestos sobrehumanos y heroicos. Él en su corazón lleva la carga de toda la humanidad. Él debe pronunciar justamente las palabras que necesitan todos los pueblos, todos los Estados y todas las profesiones humanas. (…)
Sí, al llegar a Roma, cuando se observa la exposición de las misiones de distintos continentes se siente muy claramente la enorme actividad de la Iglesia de Roma, Madre de todas las Iglesias, del mundo. Se siente que por el obispo de Roma y la diócesis romana fluyen caudales de energía extraordinarios. Estando en Roma a uno le parece que se encuentra en una enorme central eléctrica jamás vista cuyas ruedas giran continuamente y producen energía para la gran renovación moral.
En Roma se intuye y se siente que la Iglesia es un perpetuum mobile o, mejor dicho, una gran fuerza invisible que continuamente mueve esa máquina gigantesca. Se tiene la intuición de que en el mundo todo puede hundirse, que los pueblos y las naciones, las parroquias y muchas diócesis y los imperios pueden desaparecer de la faz de la tierra, pero la diócesis de Roma, a pesar de las tormentas y huracanes que sacuden y golpean el mar de la historia humana, permanece intacta. Se tiene una impresión viva de que todo es frágil e inestable, que existe el peligro de que todo se hunda en los abismos, pero la barquita de Pedro se balancea tranquilamente en medio de las olas y tormentas, anclada en la inquebrantable roca de Pedro.
En este Ano Santo hemos comprendido más profundamente lo que significa la superioridad humana del Papa. Hemos comprendido que la grandeza de un pueblo depende de su fidelidad al Papa y como su desarrollo depende de los preceptos y deseos del sucesor de Cristo. Según el espíritu papal debe ser encaminada la fuerza del movimiento croata católico pues de la orientación hacia él también depende nuestro futuro.
/Por la Fe y la Patria 12(1925) 337-339/
Ano Santo. En la noche buena sonaron casi todas las campanas de todas las iglesias católicas y anunciaron a todo el mundo el comienzo del Ano Santo. Los católicos de todo el mundo se estremecieron de alegría, colmados de un gran pensamiento: los torrentes invisibles de las Gracias divinas se derramarán sobre el género humano y lo renovarán en la verdad y en el espíritu. Inmediatamente nos preguntamos: ?Es que una vida nueva y más feliz correrá por nuestras ciudades, pueblos, familias, sociedades y países?
A nuestras almas se le ha presentado la imagen de la inmensa Iglesia de San Pedro a cuya sombra con dignidad se mueve la imagen blanca del representante de Dios, del visible y eterno Cristo terrenal. A ese pastor, a ese Maestro, a ese Rey acuden presurosos innumerables pueblos; los fríos alemanes, los fogosos espanoles, los serios ingleses y los inestables italianos; negros y blancos, hindúes y malaguenos. Todos los pueblos van a la eterna Roma, a su segunda patria, para reverenciar a su Rey, a su Padre. Acuden presurosos allí para confesar su fe en la Iglesia Católica, en la Iglesia Universal, a todo el mundo, a los bautizados y a los paganos, la fe fundada por Cristo y la que perdurará hasta el fin del mundo.
Los católicos acuden presurosos a Roma para renovar sus almas y las de sus amigos, familiares, sociedades, pueblos y naciones. En vano la humanidad anhela el bienestar, la paz la felicidad, si el amor de Cristo no arde en las almas.
Y este fuego interior del amor a Dios y al prójimo será obtenido por los católicos en Roma. Allí se verán y se reencontrarán con aquellos con quienes hasta hace poco estaban en guerra y allí con ellos harán las paces y serán hermanos. Allí sentirán que todos los pueblos son hermanos y hermanas de la misma familia, la Santa Iglesia, cuyo padre y superior es el eterno representante de Dios, el obispo de Roma. (…).
[Juventud, 3(1925) 65-67]
Querido Hermano!
Hace poco has leído en el diario ‘El Águila’ el informe del seminario estudiantil aguileno realizado en el convento franciscano en la isla de Košljun. No sé si te enteraste de que en esa oportunidad nuestros hermanos estudiantes visitaron a sus hermanos del pueblo de Vrbnik y allí prepararon un acto. Al volver a casa, los enemigos de la Iglesia los esperaron gritando: ‘Abajo ‘la guardia papal’. No fue la primera vez que nuestras filas fueron emboscadas con estos gritos.
Ya que los adversarios nos llaman con este nombre, ”guardia papal’, ya que ellos se dieron cuenta de que los Águilas como conjunto y como individuos llevan en sí y en toda su actividad el sello papal, pienso que te agradará si te expongo algunos pensamientos sobre este asunto.
Tal vez te resulte extrano que en la carta te escriba sobre el Papa y el papado. Seguramente has escuchado sobre esto algo en la iglesia o en el colegio durante la hora de catecismo. En nuestra sociedad también se habló de eso. Pero como la doctrina católica sobre el papado para todos los católicos de hoy debe ser el problema de su convicción personal y de su opinión, como así también problema de su corazón, considero que la carta es lo más apropiado para abrirte mi corazón y por eso como hermano te expongo sobre mis pensamientos, mis esperanzas y mis convicciones sobre este tema.
Hace poco leí un libro de un francés titulado: ‘Por el Papa’. En el mismo se encuentran los retratos de los más célebres intelectuales y todas esas descripciones son un gran himno de alabanza al Papa. En este libro hablan los franceses más grandes sobre el significado del papado. Uno de ellos, el muy famoso obispo Ségur, cuenta un episodio que vivió en Roma: ‘Un día en las cercanías de Roma daba catecismo a un pequeno pastor, de 13 ó 14 anos, que me llevaba por las hermosas montanas de Latium. El nino era harapiento, tal vez no sabía ni leer ni escribir, pero lo que si sabía y lo supo tan perfectamente que quedé admirado, fue todo lo referido a la fe que es lo único necesario para el hombre aquí en la tierra. Después de varias preguntas que el pequeno romano contestó muy bien me vino la idea de preguntarle sobre el Papa: ‘Dime ahora, hijo mío, le dije, ?quién es el Papa?” Ante esta pregunta el nino se detuvo, se quitó el sombrero y mirándome con una especie de orgullo y de sagrado respeto me contestó: ‘El Papa es Jesucristo en la Tierra’. Cuando monsenor Ségur oyó esta respuesta exclamó: ‘!Oh qué hermosa respuesta!’ Con su gran sencillez el nino sintetizó toda una doctrina del supremo e inefable poder de Jesucristo. Sí, ‘El Papa es Jesucristo en la Tierra’!
Cuando leí esta anécdota me puse a pensar. Ese pequeno romano seguro que nunca fue al colegio. Quién le grabó en el alma ese fervoroso amor al Papa, me pregunté Sin duda ese amor se alimentó con la leche materna, sus padres lo educaron en ese espíritu.
?Cómo está eso, querido hermano, en nuestra Croacia?
(…) tengo que contestar que en todas partes donde florece la vida católica el amor y la fidelidad a la Santa sede es la flor más bella de esa devoción. (…) La última oración te ha sorprendido: el amor y la fidelidad al Papa es para la vida de cada creyente lo más importante y lo más grande. Sin embargo tu sorpresa será más grande aún si agrego en seguida que ese amor y la fidelidad al Papa son importantes no solo para cada creyente sino también es de una vital importancia para cada sector social; para la vida familiar y estudiantil, para las comunicaciones y el arte, para la vida económica y para la política nacional e internacional.
De la misma manera que Cristo es el centro de la historia el Papa sigue siendo el centro de la historia. Cierto, él es Cristo vivo y visible en la tierra. Si Cristo fue la piedra de escándalo para muchos se sobreentiende que su representante vivo ha de tener sus enemigos como los tenía Cristo. Esa idea a su vez nos aclara el porqué de los diarios que se llenan de agravios contra él, porqué nos atacan a nosotros los Águilas, puesto que amamos al Papa.
Los enemigos de la Iglesia saben muy bien que nosotros los católicos consideramos al Papa infalible y supremo maestro. Ellos saben que las orientaciones para todo nuestro trabajo espiritual y moral, particular y privado, las recibimos del Papa. El explica la doctrina de Cristo, nos ensena a distinguir entre el bien y el mal, nos indica nuestras obligaciones, vigila la santidad y la indisolubilidad del matrimonio, exige de nosotros que mandemos a nuestros hijos a los colegios católicos, nos impone como obligación la lucha contra los medios de comunicación negativos. El Papa exige a los empresarios que a los obreros les den sus justos y merecidos salarios mientras de los obreros exige que cumplan conscientemente con sus obligaciones profesionales. Él orienta a todos los fieles sobre cómo deben organizarse en los asuntos económicos, orienta las instituciones bancarias para que no pequen contra el amor al prójimo, que no sean usureros exigiendo de los pobres que les paguen intereses demasiado elevados. Del mismo modo el Papa condena a los que especulan con las bolsas de comercio difundiendo noticias falsas, danando a menudo la economía estatal y enriqueciéndose ellos mismos. Realmente no existe actividad para la cual el Papa no ha dado sus orientaciones. A los ciudadanos les pone como obligación que en las elecciones voten a las personas capaces y fieles a la Iglesia, mientras que a los gobernantes les exige que trabajen por el bien común. A menudo leemos en la historia como los papas deponían a los gobernantes cuando estos subyugaban a sus súbditos, eran infieles a su juramento, restringían el derecho de la Iglesia. En la Edad Media los papas lograron crear la unión cristiana entre los pueblos, lo que redujo las guerras al mínimo y los pueblos unidos competían fraternalmente.
Todo eso es obligación del Papa, porque el Papa recibió de Cristo la orden de ensenar a todos los pueblos las verdades imperecederas y mostrarles cómo podrían individualmente a través de sus actividades públicas y privadas alcanzar la felicidad eterna.
La deducción evidente es que el Papa es aquella base y aquella roca firme sobre la cual está edificada toda la Iglesia. Como la Iglesia abarca todos los puntos del mundo, todas las diócesis del mundo, así también el apoyo al Papa místicamente se extiende a todas las diócesis del mundo. Este fundamento es inamovible y la Iglesia que se funda sobre él recibe toda su fuerza y toda la solidez de esa base.
El papado es también la roca y el fundamento de la vida de cada creyente. El edificio de nuestra vida espiritual, de nuestro conocimiento religioso y de nuestras actividades se debe elevar sobre el fundamento inquebrantable de la verdad ensenada infaliblemente por el Papa. Por ello el pontificado debe ser parte esencial y fundamento de nuestra vida espiritual y de nuestros pensamientos, de nuestro querer y sentir. En consecuencia el Papa debe ser objeto de nuestra veneración particular y de nuestro amor, una parte de la vida de nuestras almas. (…)
Nuestro gran deber, querido hermano, precisamente de nosotros, los Águilas, es ser portadores de las ideas del Papa en nuestro pueblo. (…) Indiquemos y expliquemos a nuestra gente que los pueblos que no aceptan la doctrina del Papa marchan hacia la perdición. Para nosotros los Águilas, que estudiamos estas directivas en nuestra sociedad, cuando se refieren a nuestra vida eucarística y política, a la economía o a la ética en general, al idioma de la liturgia, en la ciencia o en el arte, en todo, nuestro guía ha de ser el Papa!
En el confuso mundo de hoy, donde es difícil distinguir la verdad del error, la Providencia ha plantado en la montana un faro que alumbra los siglos y toda la tierra. Si en nuestra vida apostólica nos guiamos según ese faro podemos estar seguros de que no nos estrellaremos contra las rocas y de que llegaremos nosotros mismos a nuestro puerto de salvación.
!Viva Dios! Fiel en Cristo Rey
Tu hermano mayor
(Manuscrito, Archivo F. 39;25)