Studia Croatica, Vol. 90-91, año XXIV, 1983, págs. 161-169
A las 11 horas del día 10 de mayo de 1928 fue echada a vuelo la campana mayor de la catedral de Zagreb, capital de Croacia. Anunciaba la muerte de un joven profesor, de apenas 32 años.
Llamábase IVAN MERZ, doctor en filosofía y letras.
Al oír la campana, tocando a muerto, que se escuchó en toda Zagreb de aquel entonces, hubo al principio una cierta confusión. Muchos creían que se había producido algún inesperado fallecimiento dentro de la Curia, pues ese medio de comunicación estaba reservado a los altos dignatarios de la Iglesia local. A los laicos, como era Merz, en muy contadas ocasiones.
Iván Merz murió de meningitis luego de una operación de sinusitis. Un día antes recibió de la Santa Sede el siguiente telegrama:
“El Santo Padre bendice al enfermo doctor Merz e invoca sobre él la divina ayuda. Cardenal Gaspari.”
A la hora de su tránsito estaba rodeado por su padre, varios sacerdotes y religiosas junto con algunos miembros de la cúpula del Movimiento Croata – ORAO (Águila). Concurrió también el nuncio apostólico.
A pesar de las comunicaciones limitadas de aquella época la noticia sobre la muerte de Merz se extendió rápidamente por todo el país e inmediatamente empezaron a llover las expresiones de dolor. Los empleados de la Oficina Central de Telégrafo decían que nunca habían tenido tanto trabajo como en aquella ocasión.
Ante los restos mortales de Merz desfilaron decenas de miles de personas de todas las clases sociales. La intensa lluvia en el día de su sepelio no fue ningún obstáculo para que alrededor del féretro de Iván se congregaran cinco mil personas, encabezadas por el obispo y otros dignatarios. No faltaba ni banda de música. Un prestigioso coro cantó el último adiós. Poco tiempo más tarde será colocada en su tumba una lápida con el siguiente epitafio:
Aquí descansa
En Cristo su Dios
el Dr. Iván Merz
16-XII-1896 – 10-V-1928
Al fiel hijo de la Iglesia Católica
La vida era Cristo y la muerte
una ganancia porque esperaba
La misericordia del Señor
Y el eterno descanso
En el Corazón de Jesús
La prensa, especialmente la católica, dedicó a Merz muchas páginas. La gente de la pluma buscaba las mejores expresiones para exaltar la figura del gran joven. Parecía una verdadera maratón periodística. Lo llamaban: El Mensajero de Dios, El Santo vestido de frac, La Columna de la Iglesia, El Águila de las alas de oro, El Ángel consolador, El modelo del católico moderno, El Héroe de la paz cristiana, El hombre de la gracia, El Camino de nuestros días, El Hermano Iván, La luz del cielo, El apóstol de la juventud, etc. Cuatro años después aparecerá su primera biografía, a la cual seguirán otros libros. Hasta ahora diez. Dos disertaciones versan sobre su pensamiento. Un sacerdote se doctoró con la tesis: Iván Merz – iniciador del movimiento litúrgico en Croacia, y el otro: Dr. Iván Merz – hombre de fe y educador sobre la fe.
La fama de Iván Merz no quedó por mucho tiempo encerrada en su país. Cuando en el año 1935 comenzó en Alemania la preparación de la segunda edición de la conocida obra de Buchberger “Lexikon für Theologie und Kirche (Lexicón para la teología e Iglesia)”, la editorial solicitó a la Iglesia croata que se hiciera representar por una de sus destacadas figuras. Las autoridades eclesiásticas eligieron a Iván Merz. Hubo una condición: no más de diez líneas. Tarea harto difícil. Sin embargo cuando el editor leyó la nota, redactada por un obispo, dijo: “Sobre éste hombre habría de escribir mucho más, porque ni los alemanes tenemos algo semejante”.
Cumpliendo con el deseo del papa Juan Pablo II, dos universidades católicas (la polaca de Lublín y. la pontificia de Letrán) organizaron un simposio internacional sobre las raíces comunes cristianas de los pueblos de Europa. Del simposio participaron 400 científicos y hombres de la cultura de 23 países europeos y extraeuropeos. Los organizadores invitaron a un jesuita croata para que en esa importante reunión hablara sobre el tema: “Iván Merz y la espiritualidad laica”
En el año 1958, por decreto de Franjo Šeper, en aquel entonces arzobispo de Zagreb, se abrió la causa arquidiocesana para la beatificación del laico Iván Merz. El futuro cardenal y prefecto de la Sagrada Congregación para la doctrina de la fe dirá más tarde que se sentía orgulloso de haber sido alumno de Merz y que la vocación sacerdotal había fructificado en él gracias a su ilustre educador.
En la Croacia de hoy existe un numeroso grupo de jóvenes de ambos sexos que se nutren de la enseñanza de Iván. Viven una vida cristiana y muchos de ellos hacen votos de castidad hasta el momento de contraer matrimonio, siguiendo el ejemplo de su ideal Iván Merz.
Desde hace varios años muchos de estos jóvenes peregrinan a Roma para rendir homenaje al Vicario de Cristo y consolidar su fe. Cada vez los recibe el Papa y les dirige palabras de aliento. En mayo último el papa Juan: Pablo Il les dijo:
“Mis queridos jóvenes croatas: Ustedes, tal como lo hacía vuestro ideal, el profesor Merz, deben ser fieles a la Santa Iglesia y al Papa (…). Como el doctor Merz, ustedes tienen que prestar atención a la vida eucarística, la que inspira muchas almas jóvenes. El comulgaba todos los días; adoraba muy a menudo, se confesaba frecuentemente – y de modo especial amaba a la Madre de Dios. No se olviden de la importancia de la confesión. Ella es el fundamento de vuestra vida espiritual. Ella los liga con Cristo (…). Sean apóstoles entre sus compañeros de escuela, como lo era el gran apóstol de la juventud croata; Iván Merz.”
Podríamos seguir narrando. Sumando ejemplos. Pero el espacio es corto. Por otro lado vemos que en sus labios, caro lector, aflora una inevitable pregunta:
Hemos dicho que sobre Iván Merz ya se escribieron varios libros. Agreguemos la gran colección de artículos, -ensayos, memorias y homilías, tanto de sus contemporáneos como de la gente que no lo conocía personalmente. Por lo tanto esta presentación será un artículo más sobre Iván Merz, incompleto por cierto; un esbozo, apenas.
IVÁN MERZ nació el 16 de diciembre de 1896 en la ciudad croata de Banja Luka (Baña Luka), hijo de Mauro y Teresa Hersch. Mauro era alemán de Bohemia (hoy Checoslovaquia) y Teresa de origen judio (conversa al catolicismo). De profesión, el padre era oficial del ejército y ejercía la jefatura de la estación ferroviaria de aquella (estratégica) ciudad. Iván era el único hijo del matrimonio, pues su madre se- enfermó al nacer Iván.
Desde la secundaria Iván sintió una verdadera vocación por la docencia y, dentro de ella, por las lenguas (dominaba diez de ellas), la literatura y el arte en general. Por ello era su propósito inscribirse en la Facultad de Filosofía y Letras, pero ese deseo no encontró el eco favorable en el seno de su familia, que quería “algo más práctico, más rentable”. Por consiguiente, !o enviaron a la Academia militar de Wiener Neustadt (Austria). Iván obedeció, más ahí se quedó apenas tres meses, no tanto por la disciplina, pues a ella estaba acostumbrado, sino porque su manera de vivir, especialmente en lo religioso, no era compatible con la vida que se desarrollaba en ese ambiente. Los padres le permitieron que hiciera abandono de la vida militar pero no el pase a Filosofía y Letras. Lo mandaron a Viena a estudiar Derecho, mas Iván tampoco allí hizo progresos satisfactorios.
Mientras sucedía eso, la primera guerra mundial estaba en pleno auge. Merz también fue convocado. Después de varios meses de ejercicios fue enviado al frente austro-italiano en calidad de oficial de alta montaña. Terminada la contienda, volvió a Banja Luka, donde mantuvo largas conversaciones con sus padres, que concluyeron con un común acuerdo: Ivan pasará a la facultad de sus amores: Filosofía y Letras.
Mientras estaba en Viena, un instituto católico de París le otorgó beca a un grupo de estudiantes católicos croatas, entre ellos a Iván, y Merz pasó a la Sorbona e Instituto Católico de la capital gala, donde se recibió de profesor de enseñanza media. Se doctoró en Zagreb presentando la tesis: “La influencia de la liturgia en los escritores franceses desde Chateaubriand hasta nuestros días”, para la cual consultó unas 700 obras literarias. Ejerció como profesor de la lengua y cultura francesas en el liceo arquidiocesano de Zagreb, uno de los establecimientos educacionales más prestigiosos de la Croacia de aquella época. Simultáneamente estudió filosofía escolástica y teología, como también el latín; todo esto con el fin de penetrar lo más profundamente posible en el misterio de la doctrina del Salvador y las encíclicas papales.
Murió, repetimos, el 10 de mayo de 1928, en olor de santidad, a la edad de 32 años. En el año 1958 se inició el proceso para su beatificación. El 16 de diciembre de 1977 sus restos mortales fueron trasladados a la basílica del Sagrado Corazón de Zagreb, regida por los jesuitas, el lugar donde Merz comulgaba, adoraba y rezaba diariamente los últimos seis años de su vida. A su sepulcro acude la gente de todas las clases sociales. Incontables son las gracias y favores conseguidos por su intercesión.
No es necesario recurrir a los que conocieron a Merz para darse cuenta que Iván estaba dotado de alta inteligencia. Basta leer su legado publicístico o, mejor aún, su Diario íntimo, donde se mezclan los conocimientos filosóficos y teológicos; literarios y artísticos con sus profundos sentimientos por los principios éticos, morales y humanitarios. Sus excelentes conocimientos de idiomas y la extraordinaria facilidad de captación le permitían expresarse con soltura y sabiduría.
Dicen que, según un critico francés, Santa Teresa del Niño Jesús habita sido una muy buena escritora si se hubiera dedicado a escribir. Algunos aplican este criterio a Merz. Pero Teresa Martin se enclaustró cuando niña y de su pluma salió sólo la sabrosa “historia de un alma” y algunos poemas de carácter puramente religioso.
Algo parecido sucedió con Merz. De un gran hombre de la literatura en potencia llegó a ser un apóstol de las juventudes y candidato para el altar.
Iván nació en un ambiente liberal, pero tuvo la dicha de contar, en la escuela secundarla. con un profesor de profundas convicciones religiosas. El le enseñó el camino a seguir (“Un laico me salvó para la eternidad”, escribirá un día, mientras tuvo duros conceptos para con su profesor de religión) e Iván lo abrazó sin reserva y con entusiasmo. Paulatinamente dejaba de lado los vestigios de la alta sociedad, a la que pertenecían sus padres, y que a él mismo proporcionó vida cómoda y placentera (bicicleta, tenis, plano, caballos, elegancia en el vestir, etc.) durante la niñez y adolescencia.
El profesor Ljubomir Maraković (Llúbomir Marákovich), pues de este laico se trata, tenía la costumbre de aconsejar a sus educandos a llevar diario intimo. Merz aceptó inmediatamente el consejo de su profesor y con fecha: Banja Luka, 27-II-1914 empezó con sus anotaciones. Y justamente a través de las páginas (800) de su Diario, más que por cualquier otro medio, podemos seguir paso a paso el ascenso espiritual de Iván.
Contaba dieciocho años cuando comenzó a trabajar en serio. “Aut catholicus aut nihil” – “O católico o nada”, anotó en su Diario. El profesor Maraković ponía a su disposición las herramientas necesarias. La lucha fue ardua, difícil, reconoce el mismo Merz, pero el luchador supo vitalizar sus fuerzas con, diríamos hoy, vitaminas apropiadas. La oración, la meditación, los ejercicios espirituales, la confesión, la comunión, la mortificación corporal y sobre todo la castidad fueron los pilares de su desarrollo espiritual. En la Virgen María, especialmente bajo su advocación de Lourdes, encontró Madre y Protectora. Y justo en la festividad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 1815, hace votos de castidad hasta el matrimonio, que luego prolongará hasta su muerte.
Durante su primera estadía en Viena se advertía que su avidez hacia la literatura y arte no había disminuido considerablemente. Asistía frecuentemente a la ópera y los conciertos, visitaba las exposiciones y buscaba a los mejores de la literatura universal. Su larga participación en la guerra, a veces en primeras líneas, hizo de él un hombre sustancialmente moldeado y más decidido a la conquista de los picos blancos de la perfección cristiana.
Por eso, de vuelta en Croacia, los padres lo vieron totalmente cambiado. Ya sería inútil cualquier esfuerzo para desviarlo de su camino. No es que la preocupada madre quisiera apagar en él el fuego sagrado. Ella temía por la salud y el futuro de su único hijo. Iván era un muchacho enfermizo, con vista deficiente. La madre trataba de evitar las consecuencias (militar, abogado, ingeniero… siempre mejor para su salud que un profesor de literatura o el hombre explorador de libros -según ella- vetustos y sin sentido práctico como son las obras literarias y libros filosóficos y teológicos). Merz conocía los problemas de su vista; tanto que un día se le cruzó la idea de aprender en el piano varias composiciones de memoria, por si acaso …
Encontrándose por segunda vez en Viena, su manera de obrar era distinta a la época de sus estudios anteriores. La asistencia a las funciones musicales fue sustituida por sus constantes visitas a las comunidades religiosas contemplativas, donde asistía a las celebraciones litúrgicas. Abandonó también la práctica de visitar las exposiciones porque en la liturgia, decía están representadas todas las artes. (Hasta en el mínimo gesto del sacerdote, mientras, se entiende, celebra la misa.)
Una vez en París, entró en seguida en plena actividad tanto en los estudios, como en su desarrollo espiritual. Muy, pronto se conectó con los líderes del catolicismo francés y los célebres conversos que se agrupaban alrededor de la conocida iglesia de las benedictinas en la calle Monsieur. Tampoco dejó de lado otras instituciones católicas. Asistía a sus sesiones y participaba en los debates. Peregrinó a Lourdes y a Paray-le-Monial. Lo que vio en Lourdes lo impactó tanto que nunca dejaría de hablar de lo vivido y oído en la ciudad de María. El rosario, que comenzó a valorar en Lourdes, será en adelante, después de la Eucaristía, su mejor amigo:
El progreso espiritual de Iván era más que evidente. Lo demostrarán sus famosas “Decisiones” que nacieron en París y quedaron desconocidas hasta que fueran descubiertas después de su muerte. Helas aquí: 1. dormir en algo duro, 2. lavar todo el cuerpo con agua fría una vez por día, 3. a la mañana no comer nada, 4. sentir hambre los días viernes, 5. a menudo dejar de comer cuando más placer se siente, 6. hacer gimnasia todos los días y bajó cualquier circunstancia, 7. no hablar nunca de sí mismo, 8. sólo almorzar y cenar, 9. una vez por mes no comer ni beber nada durante 24 horas, 10. lo que le sobra, entregar a los pobres, 11. nunca hablar de sus penas, 12. hablar cuanto menos, 13. rezar bien por lo menos una vez por día, 14. Ir a las situaciones desagradables, 15. bendecir el dolor propio, 16. alguna vez, en secreto, producir dolor a sí mismo, 17. a veces interrumpir el sueño más placentero y salir a mirar las estrellas, 18. visitar en la oscuridad de la noche los lugares que producen miedo, vencer el miedo, fortalecer la fe, 19. aceptar con alegría las humillaciones ante los hombres, 20 no confiar demasiado en la ciencia, 21. estar en permanente contacto con la vida.
Merz tenía 25 años cuando elaboró esto, lo que serán los primeros ladrillos de la “régula” escrita de su vida. Con el tiempo agregará nuevos -elementos que constituirán todo un programa de vida, que él llevará fielmente a la práctica y a los demás servirán como ejemplo.
Al regresar definitivamente a la patria, lo hizo como intelectual de jerarquía y hombre de Dios robusto y plenamente realizado. Ni bien volvió a Croacia, puso manos a la obra.
En primer término aceleró su ascenso hacia las Alturas. Ahí no hubo tregua de ninguna naturaleza. Cumplía estrictamente con las reglas impuestas, oía misa todos los días, comulgaba diariamente (algo muy raro para aquella época, leía el breviario (como si fuera sacerdote), rezaba el rosario, meditaba, adoraba, hacía penitencia; ayudaba a los pobres (el 10 % de su sueldo iba para ellos) … Todo esto bajo la batuta de un jesuita, hombre probo y ducho en la conducción de las almas.
Como sabemos, Merz era profesor, educador. Como tal, trataba a sus educandos como si fueran sus hermanos. Enseñaba, dijimos, el francés. La misma Francia reconoció sus méritos.
Las aulas eran muy estrechas para el apostolado de Merz entre los jóvenes. Por eso, juntamente con sus amigos (entre los cuales se destacaba el doctor Ivo Protulipac, asesinado en plena calle de Trieste después de la última guerra), fundó una organización (ORAO – Aguila), a la cual impuso por lema “Sacrificio, Eucaristía, Apostolado”, que tuvo muy buena acogida a lo largo y a lo ancho de Croacia; de tal manera que cuando murió Iván, contaba con más de 30.000 miembros. ORAO estaba estructurado en un todo de acuerdo con las directivas impartidas por el papa Pío XI en su encíclica “Ubi arcano Dei”, juntamente con la educación física que en ORAO se practicaba.
En los tiempos de Merz la figura del Papa era poco conocida no sólo en Croacia sino en el mundo entero; hasta entre los mismos católicos organizados. De las encíclicas ni hablar.
Iván se encargó de producir cambios importantes también en ese terreno. Con tal motivo organizó una peregrinación de los “Águilas” a Roma. Fueron recibidos por el Pontífice. Los jóvenes escucharon de la boca del Vicario de Cristo palabras de amor paterno y aliento vivificante. El entusiasmo fue indescriptible. Durante el mismo viaje de regreso Iván Merz dispuso la implementación del “Día del Papa” a celebrarse cada año en el aniversario de la coronación del Pontífice. En cuanto las encíclicas, él mismo las traducía del latín y las ponía a disposición de la organización..
Merz adoraba el sacerdocio y las órdenes religiosas, pero tenía una inclinación hacia las comunidades contemplativas por su dedicación a la liturgia, que Iván consideraba el arte de las artes (siempre y cuando :los actos litúrgicos se realicen correctamente y de acuerdo al ritual). La experiencia que adquirió en el exterior trató de aplicarla en Croacia. Hoy día lo consideran iniciador del movimiento litúrgico ‘croata y precursor de la reforma litúrgica establecida por el Concilio Vaticano II.
Tal como se desprende de su Diario y los contactos epistolares con sus padres, Ivan sentía gran amor y reverencia hacia ellos. Hubo, eso sí, una desinteligencia entre ellos en cuanto al rumbo que Iván imprimía a su vida. Nada más. Poco a poco los padres abrían las puertas para que el Espíritu soplara donde quisiera. Mucho antes de la muerte de Iván el hogar de los Merz se convirtió en un habitáculo en el cual reinaba Cristo en forma de Pan y María a través del rezo del santo rosario. En todo esto, Iván tuvo mucho que ver.
Por más que había hecho, el inquieto corazón de Merz buscaba sin cesar nuevos campos de trabajo. Siempre le parecía que faltaba algo. Desde mucho tiempo atrás alimentaba la idea de fundar un instituto laico, teniendo en cuenta lo que puede hacer un seglar dentro de la Iglesia en los tiempos modernos. Gracias a él muchos jóvenes abrazaron el sacerdocio e hicieron grandes méritos en la vida de la Iglesia en Croacia y por ende en la Iglesia universal. Con la comunidad que él vislumbraba quería no sólo alistar jóvenes (de ambos sexos) dispuestos a consagrar su vida a Dios, sino, al mismo tiempo, colaborar con la Iglesia desde el puesto que se ocupa dentro de la sociedad. Lamentablemente, Iván estaba ya maduro, según las palabras del conocido jesuita francés lrenée Hausher, quien conocía a Merz, y cuándo nadie lo preveía, el Águila de las alas de oro levantó el vuelo hacia las cumbres blancas de la eternidad.
Felizmente, Iván contaba entre sus seguidores con una mujer maravillosa (“Clara croata”), llamada Marica Stanković (Maritza Stánkovich), quien concretó la idea de Merz con la fundación del instituto femenino “La comunidad de las colaboradoras de Cristo Rey”.
Hemos dicho que Iván Merz se ha ido inesperadamente. Claro, el término vale para nosotros. Mientras tanto, Iván estaba preparado para el viaje sin regreso. El intuía que de la clínica no saldría con vida. Por eso, antes de internarse escribió una conmovedora página, su última página, digna de los más grandes seguidores de Jesús de Nazareth, que, en su original escrito en latín y la versión castellana, dice así:
Decessit en Pace fidei Catolicae.
Mihi vivere Christus fuit et mori lucrum.
Expecto misericordiam Domini et inse (pa) rabilem
plenissimam aeternam possessionem Smi Cordis Jesu.
I(van) M(erz). Dulcis in refrigerio et in pace.
Anima mea attinget finem suum quare creata erat
EN THEO HRISTO
Murió en la paz de la fe católica.
Mi vida era Cristo y la muerte una ganancia.
Espero la misericordia del Señor y la indivisible, completa,
eterna posesión del Santísimo Corazón de Jesús.
Feliz en el gozo y en la paz. Mi alma alcanzará
el objeto para el que ha sido creada.
No es de extrañar, entonces, que un colaborador de Iván Merz, en su ensayo: “El alma de Iván Merz”, vertiera las palabras que siguen, como síntesis de la vida y obra del gran joven croata:
“El era católico puro. Católico con el Papa y por el Papa. Católico en cuya alma viven todos los libros sagrados; todos los Padres de la Iglesia, todos los concilios, todos los dogmas, todas las encíclicas, todos los tabernáculos, todos los mandamientos, todos los catecismos, todos los obispos, todos los sacerdotes, todos los pobres, todos los religiosos de este mundo. El vivió en la Iglesia, en Cristo -en la Iglesia espiritual, en la Iglesia visible, en el Cuerpo de Cristo, en el Espíritu de Cristo, en Cristo que es hombre y Dios al mismo tiempo.”
(*) Marko Sinovčić nació en Croacia. En la Argentina desde el año 1947. Escritor, periodista y editor. Colabora en varias publicaciones de la emigración croata.
Nota. Caro lector: Esto es, por ahora, lo que podemos decir del Siervo de Dios Iván Merz. Si Ud. quiere más datos, puede solicitarlos por carta en las siguientes direcciones:
POSTULATURA IVANA MERZA
Palmotićeva 31, pp. 446.
10000 ZAGREB – Croacia
e-mail: postulaturaim@gmail.com