Hermana MIRJAM RADOŠEVIĆ (*)
Studia Croatica, Buenos Aires, 1983, Año XXIV, Vol. 90-91, páginas 170-172.
Hace 55 años, Zagreb envuelto en luto, se despedía para siempre de Iván Merz, quien pasó por la vida terrenal como un rayo, dejando un destello luminoso de un ejemplo de la vida cristiana. Su trayectoria se podría dividir en varias fases: la colegial, la militar, la universitaria y la de docente, pero la podemos comprender en su totalidad sólo como de un católico integral, del imitador de Cristo por haber puesto en la práctica las palabras del Maestro: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5-48).
La perfección del hombre significa el restablecimiento del orden perturbado por el pecado original, por eso aquel que busca la perfección procura identificarse con Aquel a cuya imagen fue creado. Su modelo de santificación debe encontrar en Jesucristo su palabra, obra y sacrificio redentor. Es decir, ese ideal cristiano se logra con el sacrificio. Por eso Iván expresa: Cristo ha experimentado la lucha de toda la humanidad y el dolor de toda la historia, su misma vida evidencia claramente que el sentido de la vida es el dolor: mysterium crucis. La vida de los grandes personajes no era otra cosa que un verso de ese canto. “Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, y cargue con su cruz diaria”. Su propia vocación y el deseo de ser perfecto fundamenta en la gracia: “El hombre que aspira vivir plenamente, debe vivir la vida de la gracia, según eso, únicamente la vida de los santos, es en realidad verdadera vida humana”.
Merz era convencido profundamente que el fin del hombre es Dios: Por la contemplación, el hombre se une a Dios y lo posee; en consecuencia; todo lo creado y toda la estructura de la vida humana ha de ser organizada de tal manera para que ayude al hombre a alcanzar la meta. Los medios más adecuados de la unión con Dios son: Eucaristía, Liturgia, lectura espiritual, práctica de las virtudes.
En la vida de Merz, el factor principal de la vida espiritual es la Eucaristía. “El hombre es sumamente débil y sin la ayuda del otro nada puede. Por eso el Dios de la eternidad entró en la historia y se hizo el centro de todo el macrocosmos entregándose a sí mismo, para renovarnos, espiritual y corporalmente; no olvidemos ese inmenso amor. La Santa Comunión es el medio más eficaz y más fácil de la renovación y del crecimiento de la vida interior; el alma se hace partícipe de lo infinito y de la eternidad.” El conocimiento y el amor de Dios se perfeccionan con la meditación de la Sagrada Escritura: correspondiente a la liturgia del día. El Evangelio es el reflejo fiel de la vida interior de Jesús.
La Iglesia es la Esposa de Cristo y la relación entre la Esposa y Cristo se refleja en la Liturgia. “Sus oraciones y movimientos, sus melodías y sus perfumes son las proyecciones del cielo en la tierra. Por la liturgia conocemos perfectamente que Dios es el Creador de los mundos, es el Dios de la justicia severa, Dios del Amor, asimismo Dios de la belleza absoluta que nos embriaga con su esplendor y luz, el que hace que todas nuestras dificultades de la santa fe, todas las cruces y humillaciones sean mucho más fáciles. En fin, por la liturgia, el hombre, de modo perfecto, rinde culto a Dios, aquel culto que le pertenece. El creyente que reza litúrgicamente, se adhiere a los coros de los ángeles que alaban al Creador sin cesar; en realidad el hombre de ese modo ya en la tierra se anticipa en aquel goce que llenó de alegría y júbilo vivirá en la eternidad.”
El punto muy importante en la espiritualidad de Iván Merz lo ocupa María. Siendo aún alumno la elige por su madre, guía y modelo. El amor y la fidelidad hacia María adquieren grandes dimensiones en él después de peregrinar a Lourdes. Fe, Eucaristía y María vividos, en Lourdes perfeccionan su figura espiritual y se convierten en la fuerza vital de su actividad apostólica. Merz se centrará en especial en aquella realidad de la vida de María – Que se haga en mí según tu voluntad- y afirma: “En su vida no hubo un sólo momento que ella no haya cumplido la voluntad del Altísimo; ella cumplía la ley de Dios, ella se sometía a las costumbres de su pueblo, en fin, ella practicaba los consejos que su alma recibía de un modo directo del Espíritu Santo.”
Iván practicaba muchas virtudes, entre ellas son destacadísimas el amor a Dios y la virtud de la santa Pureza. Su amor a Dios era una gran palanca que con la irresistible fuerza lo atraía hacia las cumbres en cercanías de Dios Trino y Uno. La Pureza lo libraba de los desordenados deseos de la carne y así con el corazón puro pudo abordar el misterio de Dios y servir con generosidad a su prójimo, especialmente a su pueblo croata, en particular a la juventud que quiso educar para Dios, la Iglesia y la Patria.
Para lograr el deseado fin de la perfección y unión con Dios, Iván ya en la juventud se propone a cumplir unas reglas de vida que podemos sintetizar: mortificación del cuerpo, estar siempre en la presencia de Dios con la oración, meditación y jaculatorias, cumplir conscientemente sus obligaciones personales.
No se puede hablar de Merz sin que se mencione sus principios sobre la importancia de la Iglesia Católica y la fidelidad al Santo Padre. “He ahí lo que es más grande e importante en el mundo, la Iglesia, la cosa más grande en la Iglesia es la Santa Misa y en la Misa la Consagración. Tal como Cristo tenía durante su vida terrenal orientado todos sus pensamientos hacia el Gólgota, así la Esposa de Cristo, la Iglesia dirige su mirada hacia el altar. Entonces, lo que ocurre en el altar, es el hecho más importante que se realiza en el mundo. Ahí se realiza la obra social, oración y sacrificio que ha ofrecido Jesucristo en el Calvario por la salvación de todo el mundo.” Del Santo Padre dice: “En la confusión que reina en el mundo, donde es difícil distinguir la verdad del error, el bien del mal, la Providencia ha puesto en la montaña un faro que alumbra los siglos y todos los pueblos. La cátedra de Pedro -el ancla de la esperanza y el puerto de la salvación- es el sostén donde debemos encontrar la protección si no queremos naufragar nosotros.”
Merz no se conformó sólo buscando caminos de su propia perfección. Además de la vida de oración, de abstinencia y penitencia, fuera del cumplimiento de sus obligaciones particulares, dedica todo su tiempo libre a la Acción Católica. Enseña, anima, organiza, siembra en los corazones jóvenes el amor hacia Dios, la patria, la responsabilidad en la vida social, política, educativa y económica. Aseguraba que la presencia de los católicos en la política, la educación y la economía es necesaria, puesto que si ellos vivieran y trabajaran según los principios católicos, entonces se crearían las condiciones que facilitarían al hombre orientarse hacia Dios que es su principal fin. Merz considera que la solución del problema de la propia existencia del pueblo croata y su progreso moral, cultural y espiritual radica en la formación de los grandes hombres, puesto que ellos construirían una patria grande. Por eso exhorta: “Muchas penas hay que soportar para que nos perfeccionemos al menos un poco.” Observando la triste situación del pueblo croata después de la primera guerra mundial aconseja estudiarnos mejor y con humildad y austeridad y luego pasar a una renovación fundamental colectiva basada en los principios y programas católicos.
Buscando la solución a las dificultades y la preparación del progreso del pueblo croata, él destaca que podemos mejorar y lograr la anhelada meta sólo si habrá los que sabrán trabajar, rezar y sufrir voluntariamente por la extensión del reino de amor y de paz entre las almas y los corazones de todos.
(*) La hermana Radošević pertenece a la congregación religiosa “Hermanas de caridad de San Vicente de Paul de Zagreb”. Es licenciada en humanidades (Universidad de Asunción del Paraguay). En la actualidad ejerce como superiora (provinciala) de la “Provincia de Cristo Rey en América Latina” (Argentina, Paraguay y Uruguay), con sede en Buenos Aires.